viernes, 26 de febrero de 2016

"Cartas de amor a una chica de cartón".



Hola a todos


Esta es mi noticia, sobre un momento peculiar en la vida del poeta Juan Ramón Jiménez (realmente muy peculiar). Espero que os guste y comentarme, gracias a todos


Periódico: El Gavilán

“Cartas de amor a una chica de cartón.”

Juan Ramón Jiménez se enamora de una muchacha inventada por unos jóvenes bromistas peruanos, para obtener un ejemplar del libro Arias tristes.



El escritor del libro Arias tristes, Juan Ramón Jiménez, aunque más conocido por su obra “Platero y yo” publicada el 12 de diciembre de 1914, ha publicado en la revista Helios en este año de 1903, que tenía una relación amorosa a distancia con Georgina Hübner, una muchacha de Lima, Perú,  de aproximadamente 20 años de edad, la cual era una admiradora íntima de él, pero nunca habló directamente con Juan Ramón, haciendo de esto una relación entre el viejo continente y el nuevo mundo. Como una clásica historia de amor con el típico y rudimentario final feliz, que nos contaban nuestras madres en nuestra querida infancia.

Pero, recordemos damas y caballeros, que no estamos en un cuento de hadas infantiloide, sino en la cruda y pobre realidad que sufrimos en España del s.XX. Pues, la señorita de Lima, Georgina Hübner, realmente no existe. Puesto que es un producto imaginario creado por un grupo de jóvenes impostores y admiradores de Perú.
La causa del nacimiento de Georgina Hübner, fue por obtener un ejemplar del libro Arias Tristes, y al mismo tiempo, conseguir los objetos personales de Juan Ramón Jiménez, como autógrafos de gran valor y cartas escritas por su puño y letra.

Aunque, los propios farsantes confesaron que en varias ocasiones, no sabían si al que estaban defraudando era el verdadero Juan Ramón Jiménez y no otro farsante, pues en varias cartas a su persona, él las escribía como un niño corriente de aproximadamente 7 años, que apenas estaba aprendiendo la diferencia entre ge y j. Después, explicó el poeta, que era para revelarse ante la sociedad actual. Desde un punto de vista sencillo por todos, un método bastante peculiar o extraño para ser un poeta.

Mientras Juan Ramón Jiménez, iba respondiendo  cada vez con más intimidad a las cartas de su supuesta admiradora, para asegurarse de que ella le amaba, él planifico a mediados de este año, un encuentro personal entre ellos. Y como era de esperar, los bromistas peruanos al no poder controlar la situación, supuestamente le informaron por parte del cónsul de Perú con otra carta incluyendo un cable dentro de la misma, a Juan Ramón Jiménez que su supuesta “chica de cartón” había muerto de tisis galopante, pero no antes de inventarse que ella no podía reunirse con él ya que estaba de tal gravedad que se recluyó en un balneario.





Y por la pena de su amada de cartón, el poeta Juan Ramón Jiménez, más tarde inmortalizo su romance en uno de sus libros, Laberinto, en la famosa “Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima”.

viernes, 19 de febrero de 2016

Lágrimas de cerezo.

Hola a todos

Este es mi cuento modernista, un tanto dramático, a la manera de Ruben (y un poco a la mía). Espero que os guste y comentarme, gracias a todos.


Lágrimas de cerezo.



Hermanita, triste te veo, ¿qué tal con tu prematuro amorío?... entiendo, no comprendes lo irracional y sobresaltado que llega a ser el amor, que va y rompe corazones sin ninguna piedad humana. Creo que un cuento del mismo dolor, podrá alegrarte hasta olvidarte de tus penas, además de secar tus lúgubres lágrimas de tu blanquecina tez:


Hace vagamente un milenio o dos no exactamente, en una tierra besada por el Sol ardiente en deseos de no dejar por la delicada alba al inmenso mar de sus labios, de donde lo medieval era lo actual, lejano a todo el mundo sumido en una cúpula de pura ignorancia y orgullo del Oriente, en una isla apenas distinguible por el cielo celeste, vivía una sabia pero joven Dríade, su nombre a su vez que su origen se lo llevó el dulce viento del olvido humano, pero ella no le importaba y jugaba con el estresante tiempo, las verdes llanuras exóticamente altas con la increíble innaturalidad de su suavidad que solo el mínimo roce es capaz de sumir en tal descanso a cualquier ser similar a la muerte, ella no estaba sola en ese paraíso. En la cumbre del gran majestuoso y potente o por no decir colosal, había un volcán, se deslumbraba dormido en rigurosa sincronía con las gráciles grullas de hielo, en su cima blanca un gallo de fuego eterno despertaba al Sol. Igualmente a todas las conciencias humanas del mundo desde el principio de los tiempos. El gallo pocas veces bajaba de la cima por su honor y poderío, pero solo lo hacía cuando la pequeña Dríade jugaba una vez cada siglo en las faldas desoladas del volcán. El gallo bajaba grácilmente dando a sus súbditos una gran honra, la cual era infinita solo con mirar sus escamas de oro y diamantes color amarillo eléctrico de sus patas; o mortal, si se tocaba una de sus flameantes plumas azules que teñían los ojos de una agónica y sagrada escena mortal. La Dríade no era boba como ingenuas son las mariposas, y le desagradaba el majestuoso gallo que con sus llamas intentaba hacerla su inmortal esposa.


        Un día cualquiera, la Dríade se encontró en un su espacio celestial rodeado de todos los vegetales del mundo intentando tener la misma belleza que ella, un cuervo negro como la obsidiana, hijo de la muerte misma, la desdicha y chaman de la resurrección y esperanzas olvidadas entre fábulas y dolores que lo sagrado descarta y rechaza, ella lo solía visitar hasta llegar al punto, en que los rumores odiosos de los arboles por su troncos roñosos de piel y hongos, se hicieron realidad, el cuervo y la Dríade formaron un amor oculto de mentes cerradas y sagradas.


Pero el gallo los vio desde su celestial trono nevado y lleno de envidia, dolor, odio y rabia humana, empezó a patear su trono con tal fuerza que si se pudiese describir sería letal e incapaz de entender para nuestra limitada, además de escasa, mente humana. De repente todo se transformó en una isla de lava monstruosa con el fin de arremeterla contra el cuervo oscuro. Y la lava comenzó a perseguir a los amantes, por las escalonadas columnas de humo en su refugio, convertido en el infierno de cualquier alma. La Dríade por sus últimas fuerzas protegió al cuervo entre sus delicados pero fuertes brazos, y se transformó en un débil cerezo mientras lloraba en sangre su muerte, pero el cuervo no lo permitió y voló para protegerla, como la luz al llegar a nuestros ojos. Este atacó al gallo haciendo que se quedará atrapado en el interior de la Tierra, sin poder salir de allí hasta el fin de los tiempos. Finalmente el cuervo regresó a donde su amada, y se fundió en sus pequeñas ramas, formando así las lágrimas negras de las flores de cerezo, y en verano por la tristeza de no haber podido salvar a su amada, sus lágrimas pasan a ser las jugosos, delicados y dolientes besos de los frutos.