Hola a todos
Este es mi cuento modernista, un tanto dramático, a la manera de Ruben (y un poco a la mía). Espero que os guste y comentarme, gracias a todos.
Lágrimas de cerezo.
Hermanita, triste te veo, ¿qué tal con tu prematuro
amorío?... entiendo, no comprendes lo irracional y sobresaltado que llega a ser
el amor, que va y rompe corazones sin ninguna piedad humana. Creo que un cuento
del mismo dolor, podrá alegrarte hasta olvidarte de tus penas, además de secar
tus lúgubres lágrimas de tu blanquecina tez:
Hace vagamente un milenio o dos no
exactamente, en una tierra besada por el Sol ardiente en deseos de no dejar por
la delicada alba al inmenso mar de sus labios, de donde lo medieval era lo
actual, lejano a todo el mundo sumido en una cúpula de pura ignorancia y
orgullo del Oriente, en una isla apenas distinguible por el cielo celeste, vivía
una sabia pero joven Dríade, su nombre a su vez que su origen se lo llevó el
dulce viento del olvido humano, pero ella no le importaba y jugaba con el
estresante tiempo, las verdes llanuras exóticamente altas con la increíble innaturalidad
de su suavidad que solo el mínimo roce es capaz de sumir en tal descanso a
cualquier ser similar a la muerte, ella no estaba sola en ese paraíso. En la
cumbre del gran majestuoso y potente o por no decir colosal, había un volcán,
se deslumbraba dormido en rigurosa sincronía con las gráciles grullas de hielo,
en su cima blanca un gallo de fuego eterno despertaba al Sol. Igualmente a
todas las conciencias humanas del mundo desde el principio de los tiempos. El
gallo pocas veces bajaba de la cima por su honor y poderío, pero solo lo hacía
cuando la pequeña Dríade jugaba una vez cada siglo en las faldas desoladas del
volcán. El gallo bajaba grácilmente dando a sus súbditos una gran honra, la cual era infinita solo con mirar sus escamas de oro y diamantes color amarillo eléctrico de sus patas; o mortal, si se tocaba una de sus flameantes plumas azules que teñían los ojos de una agónica
y sagrada escena mortal. La Dríade no era boba como ingenuas son las mariposas,
y le desagradaba el majestuoso gallo que con sus llamas intentaba hacerla su
inmortal esposa.
Un día cualquiera, la Dríade se encontró en un su espacio celestial rodeado de todos los vegetales del mundo intentando tener la misma belleza que ella, un cuervo negro como la obsidiana, hijo de la muerte misma, la desdicha y chaman de la resurrección y esperanzas olvidadas entre fábulas y dolores que lo sagrado descarta y rechaza, ella lo solía visitar hasta llegar al punto, en que los rumores odiosos de los arboles por su troncos roñosos de piel y hongos, se hicieron realidad, el cuervo y la Dríade formaron un amor oculto de mentes cerradas y sagradas.
Pero el gallo los vio desde su celestial trono
nevado y lleno de envidia, dolor, odio y rabia humana, empezó a patear su trono
con tal fuerza que si se pudiese describir sería letal e incapaz de entender
para nuestra limitada, además de escasa, mente humana. De repente todo se
transformó en una isla de lava monstruosa con el fin de arremeterla contra el
cuervo oscuro. Y la lava comenzó a perseguir a los amantes, por las escalonadas
columnas de humo en su refugio, convertido en el infierno de cualquier alma. La
Dríade por sus últimas fuerzas protegió al cuervo entre sus delicados pero
fuertes brazos, y se transformó en un débil cerezo mientras lloraba en sangre
su muerte, pero el cuervo no lo permitió y voló para protegerla, como la luz al
llegar a nuestros ojos. Este atacó al gallo haciendo que se quedará atrapado en
el interior de la Tierra, sin poder salir de allí hasta el fin de los tiempos. Finalmente el cuervo regresó a donde su amada, y se
fundió en sus pequeñas ramas, formando así las lágrimas negras de las flores de
cerezo, y en verano por la tristeza de no haber podido salvar a su amada, sus lágrimas pasan a ser las jugosos, delicados y dolientes besos de los frutos.
Muy bien, se acerca bastante al estilo modernista aunque, a veces, resulta bastante compleja la comprensión.
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